Este domingo 24 de agosto, Ethereum alcanzó un nuevo máximo histórico al tocar los US$4.953,73, según datos de CoinMarketCap. El hito llega casi cuatro años después de su anterior récord en noviembre de 2021, cuando llegó a los US$4.878, impulsado por el boom de los NFT y las aplicaciones DeFi. Pero esta vez, el maximo tan esperado no vino de la mano del famoso FOMO, sino de una narrativa más silenciosa y sólida. Una que muchos en el mundo cripto —usuarios, desarrolladores e instituciones— ven como una señal de madurez.
La historia de Ethereum ha estado marcada por momentos de felicidad a más no poder, seguidos de las usuales correcciones que ya estamos acostumbrados a ver en el mundo cripto. En enero de 2018, durante el auge de las ICOs, alcanzó por primera vez los US$1.400. Luego, tras un largo invierno, volvió a “resucitar” en 2021 con una combinación de liquidez post-pandemia, el auge del staking y una oleada de nuevas aplicaciones. Desde entonces, el ecosistema ha evolucionado sin parar. El paso a Proof of Stake, las actualizaciones técnicas que redujeron la emisión de ETH y el fortalecimiento de la narrativa como “infraestructura financiera descentralizada” han sentado bases más firmes para su crecimiento.
Pero, ¿por qué ahora? ¿Qué hay detrás de este nuevo impulso que lo llevó a superar su récord anterior? No fue una noticia puntual ni un anuncio explosivo. Fue más bien una suma de señales que, juntas, reactivaron las ganas de invertir: movimientos institucionales, flujos hacia fondos ETF, una menor oferta en circulación y una creciente percepción de que Ethereum está posicionado como la red más robusta del mundo cripto. En paralelo, el discurso reciente de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EE.UU., dejó entrever una posible baja de tasas para septiembre, en caso de darse ciertas condiciones macroeconomica, lo que impulsó activos de riesgo como Bitcoin… y también Ethereum (MarketWatch, FT).
El repunte fue inmediato. Ethereum se despegó del resto del mercado y lideró la semana con un rendimiento que, por momentos, superó el 10 %. En cuestión de días, su precio pasó de US$4.400 a rozar los US$5.000. A diferencia de 2021, cuando buena parte del flujo venía de usuarios minoristas o especuladores, hoy los datos muestran otra historia: el crecimiento fue acompañado por un alza sostenida en el volumen institucional, mientras plataformas como Coinbase registraban compras significativas de ETH, muchas asociadas a fondos o gestores de patrimonio (Cointelegraph).
Claro, no todo es lineal. Las ventas masivas de BTC por parte de grandes Holders durante el fin de semana provocaron una corrección en todo el mercado, incluyendo Ethereum, que cayó brevemente por debajo de los US$4.700. Sin embargo, la reacción fue rápida. ETH se estabilizó e incluso mostró más resiliencia que otras criptomonedas. Esto no solo refleja la confianza del mercado, sino también la percepción de que Ethereum ya no es solo una promesa: es una plataforma funcional, utilizada y cada vez más integrada en las finanzas tradicionales.
El nuevo máximo histórico no es solo un número. Es una señal de que, pese a los ciclos y la volatilidad, el proyecto Ethereum sigue avanzando, consolidando su lugar en un mundo que cada vez toma más en serio a las criptomonedas. En este contexto, lo que viene será clave: si los flujos institucionales se mantienen y los desarrollos técnicos continúan a buen ritmo, no sería extraño ver a ETH consolidándose por encima de los US$5.000 en el mediano plazo (CoinDesk)
La pregunta, entonces, no es solo por qué subió tanto, sino qué tan lejos puede llegar. Y si algo dejó claro este nuevo récord, es que Ethereum no ha terminado de escribir su historia.