Me invitaron a presentar en la "Jornada Temática de Criptomonedas" en el Congreso de Santiago representando a Buda.com y este fue mi discurso para los diputados y asistentes:
Honorables diputados, personalidades invitadas, señoras y señores:
Permítanme agradecer a los organizadores el haberme invitado a esta audiencia.
Mi experiencia tiene que ver con la ingeniería de software y la construcción de productos en internet. Tengo un diploma de Ingeniero Civil Industrial en Tecnologías de la Información de la Universidad Católica y llevo más de 10 años como empresario en la industria del software. Ya se cumplen 6 años desde que comencé a estudiar sobre Bitcoins y es sin duda emocionante todo lo que se ha desarrollado desde entonces.
Quiero darles una breve introducción a cómo surge esta nueva forma de dinero y qué significa realmente para todos.
Como muy probablemente todos sabrán, el dinero es cualquier cosa que facilita el intercambio de bienes y servicios. Es un medio de intercambio por el cual evitamos las dificultades propias del trueque.
A lo largo de la historia, la humanidad ha utilizado diferentes materiales como dinero: En algún momento y lugar utilizamos granos de sal, en otros usamos pieles, dientes o conchas marinas. Más adelante se impusieron los metales preciosos. En cada momento de la historia, los humanos utilizamos como dinero lo que en su momento era más adecuado para las circunstancias. Antes de tener fuego y herramientas, no podíamos usar el oro pues no podíamos subdividirlo. Una vez que ya tuvimos formas eficientes de viajar hasta el mar, usar sal como dinero por supuesto que no era practicable pues no podía ser considerada escasa.
Como es de esperar, casi nunca permitimos que el dinero fuera algo generado por otro ser humano, salvo contadas excepciones, como en las pulperías salitreras en que la organización estrictamente jerárquica de la sociedad produjo que en algún momento utilizáramos fichas acuñadas por otros como dinero.
El dinero en la historia siempre fue anónimo. La sal, las conchas, la plata, el oro, todos podían ser pasados de un humano a otro sin que una entidad central se enterara de estas transacciones y sin que quedara registro alguno. Incluso cuando hace 90 años se abandonó el patrón oro y la moneda comenzó a ser emitida por bancos centrales, los billetes eran pasados de una persona a otra sin control.
El dinero, además, durante gran parte de la historia fue emitido o llevado a la economía de manera descentralizada: cavar la tierra hasta encontrar una piedra con oro o plata es algo que las personas pueden intentar a lo largo del planeta sin una entidad central que limite cuánto metal se puede encontrar.
Entonces la era de la información nos trajo nuevos desafíos y oportunidades.
Cuando empezamos a llevar cuentas claramente no pudimos almacenar el propio dinero como se almacena la información. No pudimos meter un lingote de oro en un pendrive o enviarlo por internet, lo que pudimos almacenar como información fueron solo promesas.
Tener dinero en una cuenta corriente es una promesa de un banco hacia tí. Transferir dinero electrónicamente no es más que cambiar el acreedor de esa promesa. Como las promesas por definición podrían no cumplirse, los intermediarios de confianza en la era de la información comenzaron a tomar un rol cada vez más preponderante.
La hegemonía de lo digital implicó que los bancos, intermediarios de confianza a los que permitimos registrar las promesas de dinero, crecieran y se convirtieran muy rápidamente en actores muy grandes y poderosos. Las naciones, entonces, para proteger a sus miembros, deben regular y controlar que estas instituciones no abusen del poder que les confiamos.
Junto con esta hiper-centralización del dinero también se generó una oportunidad para combatir los actos delictuales: al tratarse de relativamente pocos actores por los cuales pasa gran parte de la economía, se les pudo obligar a hacer esfuerzos y colaborar en prevenir delitos. Y es que entorpecer el actuar de los terroristas mediante el bloqueo de sus fondos parece ser a todas luces una estrategia efectiva a la hora de reducir el riesgo de estos ataques. Así es como, tras los ataques a las torres gemelas, Estados Unidos impulsó la creación de unidades de análisis financiero en el mundo. En Chile en 2003 se creó a UAF a la cual no solo bancos, sino también corredoras de propiedades, agentes de aduana, y casas de cambio entre otros, deben informar sobre los movimientos sospechosos que detectan entre sus clientes.
El 2008, junto con la crisis subprime, aparece un paper científico describiendo Bitcoin y por primera vez se logran replicar las características del dinero físico que conocíamos, en el mundo digital.
Por primera vez se logra tener algo que es digital, verdaderamente escaso e infalsificable a la vez. Una combinación de atributos que se pensaba imposible de lograr.
Como es de esperar con cualquier objeto escaso, el bitcoin alcanzó rápidamente un precio distinto de cero, producto del cruce de oferta y demanda. Algunos se confunden pensando que esto no debiera ocurrir con algo que no es tangible, pero no es así: los derechos de autor, los programas computacionales y la vista al mar tampoco son bienes tangibles ni tienen respaldos físicos, sin embargo el mercado les otorga un precio muy claro.
El propio hecho de tener un precio, por mínimo que fuera, es curiosamente lo que hizo que Bitcoin se tornase inmediatamente útil y valioso, pues al ser digital su valor podía ser transferido fácilmente vía internet, resolviendo un problema para quienes necesitan transmitir dinero a distancia. Entonces algunos pensaron que en la medida que aumentase su uso su precio debiese aumentar, e invirtieron en Bitcoins como una forma de apostar al triunfo de esta tecnología en el mundo.
Tener bitcoins no es equivalente a tener saldo en una cuenta corriente bancaria, pues cuando posees un bitcoin no dependes del cumplimiento de una promesa. Igual como cuando sostienes un lingote de oro en tu mano, cuando tienes bitcoins nadie te debe nada. Tienes lo que vale en el mercado.
La anonimidad y emisión descentralizada que tan bien conocíamos con el dinero físico (con las conchas, la sal, el oro o la plata) con Bitcoin se tornan posibles en el mundo digital. Bitcoin es dinero que no depende de intermediarios, tal como el dinero de nuestros antepasados.
Es importante notar que Bitcoin, en particular, no es perfectamente anónimo. Es, mejor dicho, pseudónimo. Las transacciones son todas públicas, pero no se revela en ellas la identidad de sus propietarios. El sistema Bitcoin no almacena nombres de personas, sino solo identificadores numéricos llamados direcciones. Tal como el caso de las direcciones de e-mail, que también son pseudónimos, existe la posibilidad de atar direcciones bitcoin a personas reales, en cuyo caso la trazabilidad de sus operaciones se torna perfecta y absoluta.
Entonces ¿Qué es lo que queremos? ¿Privacidad absoluta? o ¿Control absoluto?
No lo sabemos todavía, es un experimento mundial. Sin duda no queremos que nuestro país se quede aislado de esta maravillosa oportunidad de mejorar la justicia y la libertad de las personas.
Honorables diputados, lamentablemente no tengo una respuesta sobre cómo se deben o no regular Bitcoin y las criptomonedas. Creo que el desafío al que se ven enfrentados hoy es enorme.
Sí tengo claro, y creo que probablemente concordarán conmigo, que esta es una industria aún en su infancia. Tengo una hija de 1 año y medio y estoy seguro que muchos de ustedes también tienen hijos. Muchas veces, al pensar en su seguridad, siento que debiera incluso evitar que se suba a los juegos en la plaza. Pero cualquier padre o madre sabe que en el desarrollo no se debe buscar eliminar los riesgos. Podemos intentar reducirlos, pero es imprescindible permitir que nuestros hijos sigan experimentando y creciendo. Algunos golpes serán inevitables e incluso positivos a la hora de aprender. Lo mismo ocurre con la innovación y las industrias que nacen, debemos monitorear y acompañar, pero es fundamental dar espacio a que se desarrollen.
No podemos detener la innovación con la excusa de eliminar riesgos.
Que los bancos declaren que no abrirán cuentas hasta que la actividad esté regulada es contrario ni más ni menos que a la libertad económica consagrada por nuestra Constitución, que explícitamente permite desarrollar cualquier actividad no prohibida por la ley, sin necesidad de regulación previa.
Que en Moneda con San Antonio un sospechoso de robo sea pateado en el suelo hasta la muerte por transeúntes que pretenden hacer justicia es algo que como sociedad no toleramos. Así mismo, en el mundo de las personas jurídicas, tampoco debemos tolerar que un grupo de bancos actúen como reguladores de facto, apliquen autotutela y abusando del poder que les hemos confiado decidan prohibir de golpe una actividad económica nueva, amenazando la supervivencia de los emprendimientos que las llevan a cabo de buena fe.
Las plataformas de intercambio de activos digitales prestan un servicio fundamental para el desarrollo de esta industria, pues solucionan el acceso a las personas permitiendo el intercambio transparente y justo de dinero fiduciario nacional por este nuevo activo digital y vice-versa. Son precisamente estas plataformas las que permitirán el día de mañana el desarrollo de nuevos medios de pago, billeteras digitales y servicios de remesas al extranjero mejores y más baratos.
Bitcoin y las criptomonedas representan competencia para el sector bancario, uno de los sectores de mayor concentración y rentabilidad del país. Gane quien gane veremos ventajas para los consumidores finales. Siempre y cuando permitamos la competencia y tengamos una cancha nivelada.
La experiencia internacional muestra que las plataformas de intercambio de activos digitales también pueden colaborar con la prevención de lavado de activos y el financiamiento del terrorismo. Esto lo entendimos desde el principio y aunque nuestra actividad no figuraba como parte del listado de giros obligados a informar a la Unidad de Análisis Financiero en Chile, nos propusimos desde el principio realizar los procesos de prevención y reportarle nuestros hallazgos inscribiéndonos voluntariamente bajo la categoría que más se acercaba. En nuestras plataformas no operan personas anónimas, nosotros conocemos a nuestros clientes bajo los mismos estándares que utilizan las entidades financieras tradicionales y estamos convencidos que podemos ser un aliado más en la prevención de estos delitos.
Si la actividad de las plataformas de intercambio de criptomonedas se incluye formalmente entre las actividades supervisadas por la Unidad de Análisis Financiero, las aprensiones con respecto al lavado de activos y financiamiento del terrorismo que manifiestan los bancos debieran dejar de tener asidero y la industria de activos digitales en Chile debiera poder seguir avanzando de manera saludable, como ya ocurre en Australia, Suiza o Japón. Luego, probablemente será conveniente seguir monitoreando y revisar cada cierto tiempo cómo se desarrolla la industria, poner guías donde haga falta y lograr así generar un ambiente competitivo y sano.
Honorables diputados, señores y señoras, como podrán apreciar estamos frente a una innovación apasionante pero tremendamente compleja, con muchas aristas y con el potencial futuro de cambiar, a la larga, algunos aspectos fundamentales de cómo organizamos nuestra sociedad. No da el tiempo para detallar aquí el sinnúmero de posibilidades que vienen de la mano del uso de estas tecnologías cuando nos abrimos a explorar otros ámbitos en los que el Blockchain de alguna criptomonedas puede ser útil: registros de accionistas, conservadores de bienes raíces, notarías, y en general todos aquellos casos en los que para resolver un problema de confianza y seguridad hemos optado por la centralización en pocos actores poderosos.
Ya vimos cómo Internet abrió espacios para la libertad de expresión y permitió que cualquier persona tuviera a su alcance la posibilidad de hacer llegar un mensaje a millones de personas. Sabemos que Internet también ha traído nuevos riesgos y dificultades para los reguladores.
Bitcoin, por su parte, no está libre de riesgos y dificultades, pero presenta ventajas inconmensurables para la justicia y la libertad de las personas, aún más relevantes que las que nos trajo Internet.
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