Imagina que eres parte de una tribu cavernícola que descubre cómo crear y manipular el fuego. Se acabaron las noches gélidas, pueden cocinar su carne de mamut y notan que el pote de barro que creaste queda más resistente al calentarlo.
Por: Joaquin Stephens - Co-founder & General Partner en Platanus
Pero el fuego es peligroso y lo saben. Por eso a una recolectora se le ocurrió rodear las fogatas con un círculo de piedras y establecen turnos para cubrir las cenizas antes de dormir.
Una noche, mientras todos duermen, se levanta un viento. El encargado de cubrir las cenizas había cazado todo el día y el cansancio le ganó, durmiéndose antes de terminar la tarea. Unas ascuas van a parar a un pastizal cercano, desatando el infierno.
El incendio se extiende rápidamente por todo el valle y lo consume todo. Cinco integrantes de la tribu, de un total de 40, quedan atrapados entre las llamas y mueren calcinados.Toda la vegetación es arrasada y los animales huyen a otras tierras. La tribu debe migrar.
Deciden no arriesgarse a cometer otro error y dejan de manipular el fuego. Aceptan que habrán muertes por frío o intoxicación por ingesta de comida cruda, pero el impacto de la tragedia y el desplazamiento forzoso son suficientes para desestimar las posibilidades que el fuego les puede entregar. Por ahora el riesgo es muy alto.
Los desastres de Chernobyl, Three Mile Island y Fukushima generaron ese mismo efecto en las personas y en su opinión acerca de la energía nuclear.
En los años 50, la manipulación de la energía proveniente de la división de átomos prometía posibilidades ilimitadas. Un kilo de uranio enriquecido podía producir lo mismo que 10 toneladas de petróleo o 14 toneladas de carbón, sin emitir gases de efecto invernadero. Era un nuevo regalo de Prometeo.
Así como estaba la tecnología era demasiado buena para ser verdad. Los altos costos de construcción y mantenimiento, el control de las armas nucleares y los desechos radiactivos fueron quitándole popularidad a este tipo de energía. Además, el surgimiento de las energías renovables abrían otras alternativas para la matriz energética.
Los golpes de gracia los darían los desastres nucleares. Pocos, pero devastadores, pondrían a la opinión pública en contra de todo lo relacionado con la energía atómica. Es difícil destinar recursos a mejorar una tecnología que podría seguir siendo transformadora cuando al mundo no le gusta, o peor aún, le tiene miedo.
La opinión pública ha logrado que veamos a esta energía como algo retrógrado, vinculado a la guerra fría y a Homero Simpson llenando Springfield de desechos tóxicos, sin darle espacio a las posibilidades que tiene para ofrecernos.
Sin embargo, en los últimos años ha comenzado un renacimiento de la energía nuclear, o elemental.
La electrificación acelerada de nuestro día a día, los problemas geopolíticos y la necesidad de poder de cómputo, cómo en la minería de criptomonedas, requieren de una generación de energía cada vez mayor.
Una de las críticas que se hace a la red Bitcoin es la cantidad de energía que se requiere para validar transacciones. Esta crítica merece un post completo para abordarla, pero a mi parecer, la preocupación no debe ser cuánta energía se utiliza para asegurar una red descentralizada, sino cómo obtenemos esa energía.
El mundo necesita y necesitará mucha más capacidad instalada de generación eléctrica que la proyectada actualmente. La gran traba que enfrentan los países es la búsqueda de fuentes de energía que no emitan gases de efecto invernadero. La energía solar, eólica, geotérmica y otras renovables surgen como grandes alternativas por los bajos costos y emisiones. Si sumamos a las hidroeléctricas, en teoría se podría llegar casi al 100% de una matriz energética cero emisiones.
Pero estas formas de producción tienen ciertos problemas. La solar y eólica dependen en gran parte del clima y no producen una energía constante o predecible. En el caso de la hídrica, el cambio climático hará cada vez más difícil la construcción de nuevas centrales de este tipo, eso sin considerar la alta oposición que tienen actualmente (pensemos en Alto Maipo o Hidro Aysen)
Hasta ahora, salvo casos concretos, la solución a esos problemas ha sido por lo general mantener centrales termoeléctricas de carbón, petróleo y gas, habiendo casos donde incluso se han reabierto plantas ya cerradas.
Con este panorama en mente la energía elemental adquiere un nuevo protagonismo y se está volviendo una alternativa prometedora.
En ese orden de ideas, los avances en inteligencia artificial han motivado a Google, OpenAi y Meta en invertir en proyectos de energía nuclear para proporcionar la energía necesaria para el poder de cómputo.
Se espera que este 2025 la energía nuclear rompa un récord histórico en generación de electricidad. Actualmente se está construyendo capacidad nuclear para generar 70 GW y varios países han declarado su intención de triplicarla para 2050. Para comparar, Chile tiene capacidad instalada de generación eléctrica de 37 GW.
Son también varias startups las que están explorando mejoras en la tecnología, sobre todo en los Small Modulars Reactors (SMR), reactores más pequeños con reducidos costos y tiempos de construcción.
Por último, China se ha embarcado en una construcción frenética de centrales nucleares para alimentar su demanda energética.
Está claro que el mundo está dejando atrás los prejuicios, sin embargo en Chile todavía pensamos que es imposible tener una central nuclear por los terremotos. Si bien durante el 2017 y 2018 se realizaron estudios para analizar la factibilidad de la energía elemental en Chile, la Política Energética Nacional para el 2050, actualizada el año 2022, no contempla este tipo de energía como una opción en la matriz energética.
Esta política nacional es revisada cada cinco años, debiendo actualizarse para el 2027. Mi intención con esta serie de artículos es instalar en la opinión pública la necesidad de al menos considerar la factibilidad técnica y económica de la energía nuclear en Chile.
En los próximos dos post ahondaré sobre la situación de la energía nuclear en el mundo para luego analizar la Política Energética Nacional para el 2050 y los estudios que se han hecho sobre la factibilidad de la energía nuclear en Chile. Tal vez el año 2050 miremos hacia atrás y nos preguntemos cómo nos demoramos tanto en considerar la energía elemental como parte integrante de nuestras vidas.
*Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente a Buda.com.
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