Regulación cripto en Colombia: el inevitable encuentro entre libertad y control
Opinión

Regulación cripto en Colombia: el inevitable encuentro entre libertad y control

Alejandro Beltran Torrado
Alejandro Beltran Torrado

Con la radicación de un nuevo proyecto de ley cripto en Colombia, se abre nuevamente el debate sobre la regulación y surgen diversas posturas. El sector más purista de cripto se inclina hacia una postura de no regulación promoviendo la no intervención, mientras que el Estado, pretende la intervención del mercado cripto y el desarrollo de casos de uso, principalmente los transaccionales.

Por: Alejandro Beltrán - Country Manager de Buda.com en Colombia

A pesar de contar con una regulación secundaria en materia de prácticas anti lavado y financiación del terrorismo, y con algunos pronunciamientos oficiales en materia tributaria, Colombia no dispone de un marco regulatorio específico para esta industria.

El Proyecto de Ley 510 de 2025, “Por la cual se regulan los Proveedores de Servicios de Activos Virtuales (PSAV) y se dictan otras disposiciones”, busca construir un marco jurídico para el desarrollo del intercambio de criptomonedas en Colombia, con dos objetivos principales: dar claridad a la industria para su pleno desarrollo en el país y proteger al usuario de criptomonedas.

Este enfoque de protección al usuario es multidimensional, ya que obliga a los PSAV a incorporar esquemas de gestión de riesgos de LA/FT, seguridad informática y protección de datos. Además, pone en el centro del debate los derechos del usuario, abordando no sólo los riesgos legales, sino también procura mitigar los riesgos de manipulación de mercado así como garantizar la separación auditable entre los recursos de los usuarios y los recursos de las plataformas.

Este escenario ha generado múltiples posiciones sobre la conveniencia de un marco normativo integral para la industria de Bitcoin y las criptomonedas.

Por esta razón, es fundamental entender las distintas posturas para construir consensos sobre el camino que debe seguir la regulación y los acuerdos necesarios entre la comunidad, la industria, sus principales actores (los usuarios) y aquellos sectores que prefieren, ya sea mantener al margen cualquier reconocimiento jurídico de las criptomonedas o intervenir de manera estricta el mercado y sus usos.

El apocalipsis regulatorio

La regulación en el mundo de Bitcoin y las criptomonedas es como esa ola que sabes que viene: puedes intentar evitarla, pero lo único sensato es surfearla. En Colombia, el ecosistema de Bitcoin y las principales criptomonedas crece con fuerza, consolidándose como el quinto mercado más importante de América Latina, impulsado por quienes buscan alternativas al sistema financiero tradicional. Pero con este crecimiento llegan también las miradas de los reguladores, que inevitablemente buscan ponerle reglas a un juego que, por diseño, nació para ser desregulado. Curiosamente, ya existen reglas: no solo las impuestas por los reguladores, que aplican para cualquier industria, sino también las dictadas por los privados bajo un poder discrecional difícil de justificar.

Como participantes de esta industria, usuarios y defensores de Bitcoin, su filosofía y tecnología, es tentador rechazar cualquier intento de regulación. Las criptomonedas nacieron como un grito de independencia frente a la intermediación y las instituciones centralizadas, pero la realidad es que la regulación es inevitable. El desafío no es evitarla, sino garantizar que sea justa, técnica, equilibrada y que no sacrifique la esencia descentralizada de este ecosistema.

Lo inevitable: adaptarse o romperse

El statu quo siempre buscará controlar lo que no comprende, y las criptomonedas no son la excepción. En Colombia y en el mundo, los reguladores suelen ver los riesgos, así no sean reales o proporcionales: lavado de activos, fraudes y la falta de protección al consumidor. Sin embargo, criminalizar o encerrar esta tecnología en marcos restrictivos es un error. Las iniciativas legislativas han priorizado la intervención sobre la potencialización de las criptomonedas en la sociedad colombiana. El mensaje parece claro: “si no lo entendemos, mejor lo restringimos”, “esperemos qué pasa en otros países y vemos cómo la adoptamos”, “lo que leo es que …”.

El sistema necesita adaptarse. Las reglas tradicionales no pueden aplicarse sin más a un mundo que opera bajo principios de interoperabilidad, conexión global y libre movimiento de datos. Bitcoin y las criptomonedas son una economía de datos con valor que son más eficientes que cualquier sistema central a nivel global. Sin embargo, como usuarios y constructores, debemos reconocer que un marco mínimo de reglas puede ofrecer protección a quienes la necesitan, y mitigar riesgos reputacionales, legales y financieros que afectan tanto a la industria como a quienes confían en ella.

Un aspecto fundamental a considerar en el diseño de marcos regulatorios para la industria cripto es el análisis crítico de experiencias regulatorias previas, tanto exitosas como fallidas. Aunque son pocos los casos que pueden calificarse como referentes positivos, uno de los más destacados es el de Japón. Este país, al reconocer a Bitcoin como medio de pago y desarrollar un marco normativo específico para su uso, ha demostrado que es posible fomentar la adopción tecnológica sin imponer restricciones que obstaculicen su desarrollo. El enfoque japonés ha permitido un crecimiento regulado y sostenible de la industria, manteniendo un equilibrio entre la innovación y la supervisión.

Por otro lado, el ejemplo europeo con la regulación MiCA (Markets in Crypto-Assets) ofrece lecciones sobre las posibles consecuencias de un enfoque excesivamente restrictivo. Una de las primeras repercusiones de esta normativa ha sido la salida de Tether y su stablecoin USDT del mercado de la Unión Europea. Esto responde a las limitaciones impuestas a la movilización de stablecoins, un resultado que no solo evidencia la rigidez del marco normativo, sino que pone en entredicho la eficacia de estas restricciones frente a la realidad tecnológica y global de estos activos. En este caso, los reguladores han priorizado formalismos regulatorios por encima de una comprensión profunda de la dinámica y la cobertura tecnológica de las stablecoins, generando efectos adversos para la industria, arbitrajes regulatorios, y en últimas, limitando los derechos y opciones de los usuarios de criptomonedas.

Estas experiencias subrayan la importancia de diseñar regulaciones que sean proporcionales, flexibles y tecnológicamente informadas. Una normativa excesivamente amplia y rígida, basada exclusivamente en la realidad actual, puede convertirse en un obstáculo para la evolución y el desarrollo de la industria y sus casos de uso. En este sentido, es imperativo que la regulación sea lo más ligera posible, de manera que pueda adaptarse con rapidez a las nuevas realidades y avances tecnológicos.

Un marco regulatorio efectivo no debe buscar limitar el potencial de la tecnología, sino acompañar su evolución, creando un entorno en el que la innovación pueda prosperar sin poner en riesgo la estabilidad del sistema ni la protección de los usuarios. Solo a través de un enfoque equilibrado, dinámico y basado en principios será posible garantizar la sostenibilidad y el crecimiento de la industria cripto.

Lo mínimo

Nunca habrá consenso total en el ecosistema cripto, como tampoco lo hay en sociedades democráticas. Pero si se impone regulación, que sea bajo principios de inclusión y desarrollo tecnológico, sin restricciones que asfixien la innovación. Estos son algunos puntos clave discutidos en Colombia:

1. No toques la descentralización y la tecnología: Centralizar nodos o exigir intermediarios para todo sería una derrota. La descentralización es el corazón de esta industria y no es negociable. Parece evidente, pero la tecnología nunca se regula, es agnóstica.

2. AML/CFT inteligente, no sofocante: Reconocemos los riesgos, como cualquier industria, pero no podemos aceptar reglas que estigmaticen cada transacción como sospechosa. Las herramientas on-chain son más transparentes que cualquier sistema bancario. El código abierto es aliado, no enemigo.

3. Educación antes que sanciones: En lugar de perseguir al usuario promedio por errores honestos y cancelar su interacción con los servicios financieros, siendo servicios básicos y fundamentales para el día a día de la ciudadanía, enfoquémonos en educar sobre los riesgos y las oportunidades de este espacio. Un usuario informado es menos propenso a caer en fraudes (lo que aplica igual para todos los sectores) y el rol de la industria es educar de forma responsable sobre los riesgos y oportunidades.

4. Sandboxes, no cárceles: Si el gobierno quiere regular, que use adecuadamente y con un propósito legítimo y transparente los entornos de prueba donde las startups puedan innovar sin miedo. Las empresas y emprendedores de la industria cripto tenemos exigencias de regulación secundaria y obligaciones tributarias sin tener garantías de operación en el país. Una visión restrictiva está destinada al fracaso.

5. Colaboración, no imposición: Reguladores, empresas y comunidad deben construir juntos. Leyes creadas sin entender este ecosistema son inútiles y peligrosas para los usuarios y la estabilidad económica.

La convivencia no es sumisión

Aceptar la regulación no es rendirse, sino ser estratégicos y mantener los principios fundamentales de la tecnología. Es garantizar que las reglas permitan la innovación, mantengan la esencia de descentralización, protejan a los usuarios y tracen una línea clara entre lo aceptable y lo inaceptable. El reto de Colombia no es regular por seguir un patrón común simple o limitar el espectro de innovación, sino liderar con un enfoque que entienda el potencial transformador de Bitcoin y las criptomonedas.

La rebeldía argumentativa y justa

Estamos en un punto crítico. Bitcoin y las criptomonedas no van a desaparecer, pero tampoco escaparán al radar regulatorio. Lo que necesitamos es una regulación que no busque controlarlo todo, sino establecer un terreno de juego justo donde todos puedan participar sin miedo ni barreras absurdas.

Colombia tiene la oportunidad de ser un modelo en la región. ¿Nos adaptamos o dejamos que la ola nos hunda? La respuesta está en nuestras manos. La convivencia regulada es el único camino realista, más allá de sí como industria estamos de acuerdo o no. Pero que quede claro: regulación no significa sumisión. Significa escribir juntos las reglas del juego de lo que todos sabemos que es inevitable.

​*Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente a Buda.com.



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